“Jimmy Cooper, Jimmy Cooper” de Candace Leigh Coulombe

Jimmy Copper Susurros Chinos

Tengo demasiados vestidos de fiesta. Ha sido así desde que tengo memoria.

Soy hija única, la nieta mayor y, por años, la única nieta. Por eso, desde pequeña, he sido siempre la niña de las flores con el vestido vistoso, boda tras boda. Conocí a Jimmy Cooper debajo de una mesa de bufé a los tres años. Aún recuerdo el destello del ponche de champán en sus bigotes y el roce de tafetán cuando nos escondimos en la oscuridad del mantel. Desde entonces, siempre ha sido mi compañero fiel en otras bodas, bailes sin pareja, paradas de autobuses oscuras e incontables mesas para uno. Siempre fue mi confidente, mi cordura, mi caballero andante, mi plato caliente. Siempre fue mi guardián de ojos dorados y el ancla de acero que me mantenía amarrada en un mar inescrutable. Y ahora intento despedirme de él.

—Coop —susurro—, Coop, despierta. Ya llegamos.

Fue un largo viaje hasta el santuario, y Jimmy Cooper se durmió en mi hombro, o fingió dormirse. Está indeciso. Sus orejas, que solían ser suaves, se han puesto grises y ásperas, y me raspan el hombro cada vez que el autobús da un salto en el camino. Cuando yo era niña, solo se dormía después de que yo hubiera conciliado el sueño tranquila, pero últimamente ha estado cabeceando en pleno día. Y no hablamos mucho desde El Incidente.

—Coop —digo y le doy un empujoncito.

Bajo su valija por los escalones del autobús y me sigue, sosteniendo su saco y su sombrero favorito. Jimmy Cooper examina las pasturas verdes, el aire tan fresco y tan ajeno a sus sentidos citadinos. Su aspecto lebruno resulta familiar y a la vez extraño en este lugar. Mueve el rabo, molesto.

—Dijiste que era hora de pasear.

—Dije que era hora de descansar —lo corrijo—. Hablamos sobre esto.

El santuario de pukas, amigos imaginarios, tiene 400 acres, está repleto de estanques y huertos de frutales y establos lo bastante grandes como para dar refugio a todos los amigos alados, peludos, emplumados y con cuernos que ya nadie imagina. No puedo ver a ninguno, solo a Coop. Supongo que no me corresponde verlos.

Permanecemos en un silencio incómodo por un largo tiempo. Luego coloca su pata en mi mejilla, donde todavía la cicatriz está sensible.

—Puedo protegerte —me dice—. Para eso fui creado.

—No, no puedes —le digo en voz baja.

Trato de mantener la compostura, pero me arde la cara al recordar aquella noche en la Estación Woodside. Cómo el ladrón no se conformó con tomar mi tarjeta del metro e irse. Y cómo Jimmy Cooper no pudo hacer nada para detenerlo.

Esa noche, el paramédico se acercó tanto a mí que pude sentir el peso de su chaleco antibalas. Recuerdo haber tocado el material, adolorida y confundida, tratando de aferrarme a algo real. Es más para protegernos de los pacientes que de la línea de fuego, dijo con una sonrisa, pero estás tranquila, ¿verdad?

El paramédico se llama Mike. Es agradable. Ya hemos salido tres veces; esta semana fuimos a un restaurante chino y al cine. A Jimmy Cooper no le cae muy bien Mike, aunque era de esperarse. A Coop le gusta ser él quien lea mis galletas de la fortuna. No está listo para que nadie más lo haga. Pero yo sí.

Nos conocemos tan bien, Coop y yo, que casi no necesitamos decir nada en voz alta. Pero siento que debo justificar mi decisión. Quiero que diga que entiende, que sabe, también, que es momento de irse, que está listo. No puedo soportar la culpa.

—Te gustará estar aquí —le anticipo—. Será tranquilo. Vas a estar…

—¿Con los de mi clase?

—Podrás retirarte y atender tus propias necesidades. No estarás sujeto a las mías.

—Ese hombre… —empieza a decir Coop. Si alguno de los dos fumara, este sería el momento de encender un cigarrillo—. Ese hombre no te entiende como yo.

—Es verdad —suspiro—. Solo es humano.

Sin Jimmy Cooper, la vida estará llena de incomodidades y decepciones. Él jamás dejó ropa interior tirada en el piso, ni platos sucios en la pileta. Jamás le guiñó el ojo a una camarera bonita, ni dejó de enjugar mis lágrimas. Tendré que hablar con la gente en los ascensores y en las tiendas, e incluso en el subterráneo. O quedar a solas con mis pensamientos. Algunas veces me sentiré aburrida y a menudo solitaria.

Dejo la valija en el suelo y sostengo su sombrero mientras él se alisa el abrigo debajo de un frutal. Nos sentamos a la sombra de un duraznero. Los bigotes de Jimmy Cooper tiemblan con la brisa. Está quieto y pensativo. Él ve cosas en el santuario que yo no puedo ver.

—Es lindo aquí.

—Sí —intento sonreír—, en verdad lo es.

—Los otros amigos imaginarios son más jóvenes que yo —dice—. Sus niños los dejaron aquí cuando era el momento. Y… tú ya eres adulta. Entonces, yo diría que hemos hecho un buen recorrido, y más largo que la mayoría.

Me vuelve a arder la cara y sé que voy a llorar. Mis mejillas están incandescentes, casi tan rojas como mi cabello, los ojos se me llenan de lágrimas. Entierro la cara en el pelaje oscuro de Coop. Es cálido y familiar y huele, como siempre, a whisky y a tréboles.

—Te amo, Jimmy Cooper.

—Yo también te amo —dice, acariciando mis rizos enredados con su pata.

Nos sentamos bajo el árbol recordando. Al cabo de un rato, Coop vuelve a dormirse. Y sé que es hora de irme.

Dejo a Jimmy Cooper allí en la sombra, con su sombrero y su valija, y a lo lejos luce igual que cuando yo era pequeña. Aún falta una hora para que pase el próximo autobús, así que camino sola entre los frutales. Al llegar a la ruta, volteo para mirar, y mi amigo se ha ido.

Traducción: Susurros Chinos

Publicado en Instantáneas de ficción 3

Del original Jimmy Cooper, Jimmy Cooper, de Candace Leigh Coulombe, publicado en nycmidnight, 2020.

***

Candace Leigh Coulombe cree en la feroz economía de las palabras. Desde lo doméstico hasta lo fantástico, cada una de sus inquietantes y tiernas fábulas tiene menos de 2500 palabras. Coulombe trabaja en el norte de California como redactora comercial a tiempo completo y como escritora de microficción y productora de podcasts a tiempo parcial. Su trabajo ha sido reconocido por PEN Women, la Biblioteca Pública de Sacramento, Audible Authors, el Beach Book Festival y el San Francisco Book Festival. Fue la ganadora del ncymidnight’s Worldwide Flash Fiction Challenge en 2015.

Más información:

Sitio web www.storycote.com, Twitter @storycote, Instagram @storycoterie

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