“Posesión(es)” de John Smolens

Posesiones de John Smolens Susurros Chinos

Cuando tu esposa muere, descubres que la música sabe diferente y que la comida suena igual. No caminas, vas a gatas. Algunos días te arrastras. Otros, es mejor quedarse quieto. Los armarios están llenos de fantasmas. Blusas que usaba a los veintiséis. Una falda de denim. Vestidos estupendos. Zapatos —taco alto, taco bajo, un par de Capezios de claqué— sepultados en cajas. Cuando abres la puerta del armario, sus abrigos permanecen allí, inmóviles, sospechando que pronto partirán. Retazos de recuerdos. Usó este aquí, ese allá. Cada prenda, un capítulo. La ropa de los muertos no tiene futuro. La podrías quemar. Podrías dejarla en paz. Décadas de la historia del traje colgando de un barral, cargando el peso de la añoranza. De seguro, podrías travestirte. Todo debe irse. Desecharlo no, donarlo. Al refugio de mujeres: cajas y bolsas de papel y pilas de ropa, hasta que la encargada detrás del mostrador diga que ya tienen suficiente. Te dan ganas de llevarte todo de vuelta. ¿Quién rechaza la ropa de una difunta? El resto, a la iglesia de San Vicente de Paúl y allí sus prendas de algodón, lino y mezcla de rayón van a parar a canastos repletos de corderoy y poliéster. (Excepto un camisón de satén que no se regala). Hasta que los armarios parecen vacíos. Tu ropa no cuenta: no te representa, solo son camisas, pantalones y chaquetas descuidadas. A medida que el verano se desvanece, abres cajones y encuentras pulóveres, bufandas, gorros y guantes de lana. Señal de una mujer que sabía lo que era el invierno. Envías pulóveres y chales y pañuelos de seda a las mujeres y niñas de su familia. Responden con fotos de sus hijas de diez años envueltas en azul para el acto de quinto grado del Día de los Colonos. Aun así, te sientes poseído por las posesiones. Incluso luego de saberte desposeído, estas aparecen en los cajones y las alacenas de la cocina, donde ella solía guardar los frascos con alimentos secos, frijoles y cereales, futuras comidas. Y allí, en el congelador, recipientes plásticos: sopas, salsa de tomate, chili. Mensajes nutricionales del más allá. Raciónalos. Descongélalos solo como último recurso. Así todo, a lo largo del invierno, el congelador se va quedando tan vacío y frío como tu corazón. Para cuando abres el último pote, con el rótulo Chili de frijoles negros 14/03/10, la comida ya no tiene ningún sentido. Ya no es un acto de amor, ni un gesto de bondad. Ya no hay intimidad en la ensalada de atún o en marinar muslos de pollo. Te resulta vergonzoso recordar cuántas veces comiste a la luz de las velas; es como el camisón de satén que tienes metido en aquel cajón que nunca abres. Solo te limitas a calentar y servir. Solo pones la comida en el microondas. Solo la comes. Sustento recocido. Cuando cenas directo de la sartén o de la olla, avergonzado, te tienta espiar por encima de tu hombro. Nadie te mira, excepto los libros de cocina. Estantes con ejemplares viejos de Gourmet y Bon Appétit, y una carpeta de tres anillos repleta de recetas: legado culinario de la abuela a la madre, de la madre a la hija. Recetas escritas con su caligrafía apretada, volutas y ondas y bucles que se deslizan a lo largo de la página hasta formar una palabra, la espuma de una ola de letras. Instrucciones para futuras comidas, para cenas a la luz de las velas, para invitados. Ya no hay recetas ni comensales; no hace falta la vajilla de la boda, tampoco un buen mantel. No olvides la Regla N.° 1 del Viudo: nunca rechaces una invitación a comer. Tú eres el invitado ahora. Y después de la cena, te paseas por la casa hablándole a la oscuridad. Vamos, adelante, ven y acéchame. Mueve el libro que está sobre la mesa. Golpea la puerta del dormitorio. Lo que sea. Estoy listo. Vamos, te reto. Mátame del susto. Aquí estoy. La respuesta es el silencio más profundo. Sin embargo, a veces sientes su presencia en el silencio: nada se mueve, los goznes no crujen, las luces no titilan. Solo su silencio. Al carajo Stephen Spielberg, la muerte no tiene efectos especiales. No hay posesión, solo posesiones. Para romper el silencio, pones música. Discos compactos apilados; hileras de cajas transparentes de discos, jamás en el orden alfabético correcto (como ella sugería que debían estar). Canciones con melodías, letras, estribillos, versos, movimientos, codas. Canciones sin las cuales no puedes vivir. Canciones que no volverás a escuchar. Canciones que sabes de memoria. Canciones que quieres olvidar. Canciones que no puedes olvidar. Canciones para comer, para leer, para bailar, para liquidar una botella de vino, para hacer el amor. Canciones para romper el silencio. Canciones para enfrentar la oscuridad eterna. Pero algún día (tal vez) llegues a un acuerdo con el silencio. Te sentarás en la silla de sus abuelos y solo será una silla. O podrías regalarlo todo. Todo por completo. Cada cosa. Todas las cosas, excepto las piedras. Pasaba todo su tiempo (o eso parecía) juntando piedras de la playa. Solía volver con los bolsillos del abrigo cargados, en su mejor interpretación de Virginia Woolf. Piedras redondas, piedras con forma de huevo, piedras con forma de disco, piedras pulidas por el agua y por el tiempo. Piedras de Inglaterra, Escocia, Irlanda, Italia, Turquía, Cabo Cod. Piedras en cajas de zapatos, en bolsas de plástico, en cuencos; montones de piedras distribuidas por la casa como incienso. Le gustaba cómo se veían, cómo se sentían, cómo sonaban en la palma de su mano. Podrías deshacerte de todo, menos de las piedras. Podrías caminar sobre ellas, dormir sobre ellas, sentarte sobre ellas, comer de ellas. Tu casa estaría en silencio, llena de piedras. Tendrías soledad. No estarías solo. Tendrías las piedras.

Traducción: Susurros Chinos

Publicado en Instantáneas de ficción. Volumen 1

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Del original Possession(s), de John Smolens, publicado en PANK, Vol. 9.2, febrero de 2014.

John Smolens ha publicado nueve novelas y una colección de cuentos. Su novela más reciente, Wolf’s Mouth, fue considerada uno de los Libros Destacados de Michigan de 2017. En 2017 y 2018 se volvieron a publicar sus libros Cold, Fire Point, The Invisible World y The Anarchist. En 2019 se publicará Out, la secuela de Cold. Smolens es profesor de Inglés en la Universidad del Norte de Michigan. En 2010 fue galardonado con el Premio al Autor del Año que otorga la Asociación de la Biblioteca de Michigan. Más información: johnsmolens.com

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